Algunos gestos tocan tu vida de tal manera que la experiencia debe ser recompensada. Para John y Ann Barton de Prescott, Arizona, fue el regalo de un osito de peluche a alguien a quien amaban lo que inspiró un proyecto para hacer sonreír a más personas.
Adoptado cuando era un bebé, John tiene una debilidad en su corazón por aquellos que están en un viaje similar. Es un proceso de toda la vida adaptarse a la elección consciente que hacen los padres adoptivos para formar una familia, y el camino de John no fue fácil. Sin embargo, al final fomentó una relación estrecha con su madre adoptiva y su padrastro, describiéndola como “sangre por elección, no por casualidad”.
Su esposa Anne llegó a conocer y amar a los padres de John en una etapa avanzada de sus vidas, recordándolos como cálidos, amables y divertidos. Cuando el padrastro de John, Phil, se volvió frágil y menos móvil, la iglesia metodista local le regaló un osito de peluche. El humilde oso provocó sonrisas, atrajo su conversación y creó momentos de calma.
El peludo peluche marrón estuvo presente en el funeral de Phil en el Cementerio Nacional de Arlington y luego se mudó con la nuera de John y Anne, Nancy, que estaba luchando contra el cáncer de mama. Además de la comodidad táctil, el peluche sabía escuchar, calmaba sus ansiedades y estaba siempre a su lado.
El impacto terapéutico no pasó desapercibido para los Barton. Las investigaciones muestran que el clásico osito de peluche es más que un simple residuo sentimental de la juventud. Muchos trabajadores sociales, psicólogos y centros de trauma utilizan la terapia con ositos, desde calmar a niños pequeños y aquellos en el espectro, hasta reducir la agitación en adultos que enfrentan factores estresantes.
Pronto se repitió el gesto original y así comenzó el Ministerio del Oso de Peluche de los Burton. Los osos de peluche se regalan a la iglesia para brindar alegría y compañía a los ancianos en hogares de ancianos o a los niños que viven en hogares de acogida.
Desde entonces, su embajada de ositos de peluche ha tocado las vidas de cientos de personas. Y en los últimos dos años, durante la temporada navideña, llegó a Spence-Chapin una gran caja de ositos de peluche, lista para hacer sonreír a los niños que les brindarán “hogares para siempre”.
“Es una forma de retribuir”, dijo John, pensando en la decisión de sus padres de adoptar y en la mala racha que atravesaron juntos. Por experiencia, sabe que los niños necesitan toda la ayuda que puedan conseguir. Y qué mejor regalo que el suave confort peludo de una reliquia atemporal de la infancia, para los jóvenes adoptados que recorren un camino similar.